
Para 2030 se quiere rebajar un 55% las emisiones de CO2 en coches nuevos y un 50% para furgonetas (respecto a los niveles que se registraron en 2021). El segundo y, por el momento, definitivo paso, será que en 2035 las emisiones sean del 0% tanto para unos como para otras.
Según las partes defensoras del acuerdo, se ha establecido un margen suficiente para que la industria tenga tiempo para adaptarse. Sin embargo, no se trata de solo de la transición de los fabricantes, que ya ha comenzado en prácticamente todas las marcas, si no también de la infraestructura y red de recarga, así como de la situación económica de los ciudadanos europeos.
En 2022 las ventas de coches eléctricos supusieron poco más del 10% en toda Europa y su distribución en los distintos mercados ha sido muy heterogénea, siendo muy importantes en los países nórdicos y mucho menos relevantes en los mediterráneos.
También hay que tener en cuenta que los coches suponen el 12% de las emisiones de todas las emisiones de CO2 que se producen en el territorio europeo (sube al 25% si se incluye todo el transporte), por lo que el impacto de esta medida, si no se aplican movimiento similares en otras áreas (como la producción industrial), puede no ser muy grande.